
Habían quedado de acuerdo para ir al cine. Pero para evitar cabritas recicladas y aglomeraciones, optaron por un pequeño cine arte en el que estaban dando la película que querían ver, donde la protagonista se enamora del hijo de su terapeuta.
Pero olvidaron un detalle.
(el par de pavas no cachó que era jueves y cambiaban la cartelera)
De todas formas, el acuerdo estaba hecho. Así que irían a ese cine a ver la nueva película programada para ese horario: "Luces rojas", un "thriller sicológico francés" del año 2004, según se podía leer en las reseñas. Una opción novedosa para estas amigas más bien lejanas del cine europeo.
La temperatura comenzó a bajar.

Compraron su entrada y recibieron el ticket junto con un chocolate para cada una, cortesía de la casa. Se miraron extrañadas, poco acostumbradas a esta clase de gestos.
Se les recomendó entrar a la función cuando sonara el timbre. Mientras, ya dentro del cine, aprovecharon de ver los carteles de películas pasadas que adornaban el lugar, mezclándose eclécticamente con sillones tapizados en cuero de fuertes colores y alfombras opacas. No quisieron esperar el timbre, y entraron a la sala.
Las luces de los tubos fluorescentes parpadeaban, como cuando recién están prendiendo. Una mujer mayor, sentada en la última fila, disfrutaba los dulces que sacaba disimuladamente de su cartera. El resto del cine estaba a su entera disposición.

Eligieron una fila y buscaron asientos. En uno de ellos, había una boleta pulcramente doblada. Una de ellas la levantó y la miró, pensando que podía ser de la función anterior. Sin embargo, estaba fechada varios días atrás. "Podrían matar a alguien aquí y nadie se enteraría", comentaron.
Se sentaron a esperar la función. Aquí no había animaciones parafernálicas indicando medidas para la seguridad ni pidiendo apagar los celulares (al parecer lo indicó una voz por los parlantes ... ya no recuerdan bien). Sólo hubo una sinopsis: la de la otra película en cartelera (una de ellas se interesa por verla).
Tampoco hay sobresaltos con el sonido surround. Toda la atención se centra en la pantalla y desde esa zona proviene también todo el sonido. La película comienza, y entra un último espectador, un hombre calvo de gestos nerviosos, que se sienta un poco más adelante de ellas. Atrás, el sonido de los envoltorios de dulces revela la presencia de la otra mujer presente en la sala.
En la pantalla, un hombre atormentado se sube a su Rover plateado para comenzar un viaje que -él no lo sabe- lo llevará hasta lo más oscuro de su humanidad.

sospecho que la "otra pava" era yo: ¿seré yo, maestro?
Yeap...extraña experiencia en un cine donde el mismo ser nos vendio la entrada y nos abrió la puerta.
La película ahi no mas, pa matar al critico de emol!
Sospecho q me pillé ahi el resfriado al respirar quizas qué moho o ácaro del siglo XX (la ultima vez que estuvo lleno ese cine)... Lo malo, es q le debe quedar poca vida snif snif snif
saludos
pd: pa la otra vamos al Hoyts la Reina no mas