Eché lo imprescindible en ella (billetera con documentos-tarjetas bancarias-tarjetas de descuento-boletas varias, monedero, cámara digital con pilas recargables de repuesto, estuche con cargador y cable del mp4 más el pendrive del magister, estuche con mis lápices tinta gel de colores-lápices con olor-lápices regalones, libretita de apuntes, cosmetiquero con rimmel de gel-rimmel negro-delineador café-lápiz sombra ídem-juego de sombras en el tono-rubor tostado-labial café-labial terracota-labial piel-jabón higienic-cepillo de dientes-pasta mini-chapstick-encrespador, celular, tarjeta bip, multivías por si se me pierde la bip... bueno, lo imprescindible) y me dispuse a cerrarla ... damn! El cierre era mañoso. MUY mañoso. Mi papá me dijo "Cámbiala mejor..." y yo obedientemente dije "naaaa....!"
El día transcurrió tranquilo.Como todos los viernes me fui temprano de la ofi, de ahí a los masajes (hay que regalonearse no?), de ahí a dormir siesta (no me envidien) y luego a una junta con mis queridas lulús. En el intertanto, la cartera se lució. Su cierre mañoso-traicionero me molestó todo el día, en un momento incluso me dije "el cierre cagó", pues se salió y quedó a un puro lado ... y a lo más MacGyver en dos estaciones de metro y sólo con mis manitos lo puse de nuevo y logré dejar la cartera bien cerrada.
La cita era a las 19:30 en el Ruby Tuesday de Isidora. Fuimos 4, copuchamos harto, comimos "como señoritas" (zaaaaa!) y a las 21:30 estábamos listas. Llevé la cámara por las puras porque no inmortalizamos ningún momento. Verifiqué no haber quedado en nada con mi "este" y me fui no más. No era tan tarde para irme a mi hogar en Huechuraba. Había sido un día tranquilo. Hasta me había mandado mis buenas acciones: ayudé a una señora con guagua abrochándole los cordones de las zapatillas e hice parar una micro que no me servía para gente que no conocía.
Dado lo mañoso de mi cartera, decidí echarme al bolsillo los artículos "de primera necesidad", por si me traicionaba otra vez y quedaba abierta forever -arriesgando su contenido- o no la podía abrir nunca más. Celular, MP4, tarjeta bip, monedero con mi efectivo y tarjeta redcompra a la mano.
Llegué al paradero y comenzó la espera. Una micro ... no me servía. Dos, tres, cuatro, cinco. Media hora de espera. Al fin llegó una micro que me sirviera. Me subí e hice mi viaje bien relax escuchando el soundtrack de Grey's Anatomy. Me bajé cerca de las 11 pm en Vespucio, afuera del mall Plaza Norte, con mi cartera en una mano, la bolsa con compras y mi libro de usabilidad web "No me hagas pensar" en la otra, y me dispuse a hacer mi recorrido de cada noche.
Atravesé el estacionamiento del mall. No se veía gente. Doblé a la calle que comunica el mall con mi villa. A los pocos pasos algo hizo que me quitara los audífonos. Miré al suelo y vi una sombra corriendo hacia mí. "Cagué" fue lo único que pensé.
Antes de que me alcanzara, paré y me di vuelta, enfrentándolo. Era bajo -de mi porte-, moreno, robusto, de manos toscas, con un gorro y una chaqueta que sólo dejaban ver sus ojos llenos de rabia.
-¡Suelta la cartera conchetumadre!
Pero con ese segundo de ventaja que había tenido para prepararme mentalmente me envalentoné. Y no solté. Y me puse a gritar. Como desaforada.
- ¡¡¡Me están asaltaaandooooooooo!!!
Grité eso y mucho más, cosas con y sin sentido, hasta que sentí la garganta tibia, mientras seguía forcejeando. Estaba al lado del Homecenter y mi papá trabajaba esa noche. Sabía que había gente ahí dentro. Seguí gritando.
Él hizo ademán de sacar algo de su chaqueta y me enterró su puño en el costado. Vi que sólo me quería amedrentar, que no tenía nada, y seguí forcejeando, aunque él me empujaba hacia atrás. Me garabateaba y tironeaba. Nadie salía.
Seguí tirando y tirando, gritando y gritando, hasta que la cartera no dio más y quedé con las manillas en la mano, mientras el resto de mi cartera, con mis cosas, se alejaba de mí en brazos del madafaka. Corrí detrás de él, pero los tacos, los gritos y los forcejeos previos me jugaron en contra. No daba más, y lo perdí.
Me di vuelta y vi que había aparecido un guardia del mall.
- Llame a los carabineros!!!
- NO PUEDO
Quedé lela. ¡Cómo que no podía! Frustrada, dolida, cansada.
Así que el ladrón se llevó la maldita cartera. Con mi cámara. Mis documentos. Mi cosmetiquero. Los accesorios de mi mp4. Los lápices bonitos que me regaló el Álvaro pal magister. Y el guardia "no podía" llamar a los carabineros. Nadie haría nada.
Se llevó mi fin de semana de descanso, y el tiempo valioso de la semana que tendré que gastar sacando documentos de nuevo. Se llevó mi productividad, pues terminé con la mano izquierda -ahí llevaba la cartera- enyesada por lesiones en las partes blandas (un gran moretón con huevo sobre mi mano, dolor en todo el brazo). Se llevó mis rutinas, pues hacer mi camino de siempre para volver a la casa nunca será lo mismo. Se llevó mi seguridad, pues ya no podré caminar tranquila sin apretar mi cartera y mirar todo el tiempo a los lados y atrás.
Recordé mis bolsillos. Rompí el cierre tratando de sacar el celular con mis manos tiritonas. Llamé a mi papá. No podía hablar. Hasta que me salió:
-Me asaltaron. Aquí afuera. Y se llevaron mi maldita cartera.
Epílogo: Mi papá me llevó a recorrer los alrededores en el auto y no había señas del desgraciado. Fui a la comisaría a poner la denuncia, cero urgimiento, me hicieron llenar un montón de papeles y adiós. Mi papá quedó con una tincada. Cuando salió de la pega en la mañana, fue al sitio eriazo que hay cruzando la calle. Encontró los restos de mi cartera, varios de mis papeles abiertos, trajinados. El estuche de mi cámara. Un par de fotos. Mi carnet de donante. Mi libreta de apuntes. Mis ticket restaurant manchados con sangre, al igual que el exterior de mi cartera. Ojalá se haya herido con los alambres de púas oxidados que medio cierran el sitio eriazo donde arrancó con mis cosas. Ojalá lo menos que se agarre sea tétanos. Ojalá.